En los últimos tiempos ha proliferado la ‘terapia’ de abrazar árboles, convirtiéndose en una práctica habitual, e incluso ‘viral’ en algunos lugares; y hasta en un ‘deporte’, con su propio Campeonato Mundial. Sin embargo, lo que ‘dicen’ que beneficia y ‘desestresa’ a las personas, estresa y perjudica a los árboles.

Esta reciente moda de abrazar árboles resulta ‘preocupante’ según los expertos por los efectos adversos que produce en ellos, dado el desmedido aumento de esta práctica, “promovida incluso con fines mercantilistas“, tal y como apunta el naturalista y escritor Ignacio Abella.

“El estudio y seguimiento de los ejemplares que sufren este tormento continuado, revela que pueden padecer graves daños e incluso la muerte por causas diversas: la compactación del terreno que asfixia el sistema radicular e impide el flujo natural del agua; las heridas en cortezas y raíces por el peso y el rozamiento; la presión sobre esa delicada zona entre el tronco y el nacimiento de las raíces, que soporta de manera más intensa la carga y el pisoteo de los abrazadores…

Entre estos problemas destacan incluso el de transmitir enfermedades como Armillaria, al llevarse tierra en los pies, es decir “trasladar micelio del hongo Armillaria mellea de un lugar a otro, de una zona no infectada a otra que sí; según explica Mariano Sánchez presidente de la AEA y Jefe de la Unidad de Jardín y Arbolado del Real Jardín Botánico CSIC.

Por su parte, Natxo Piedrafita,  MSc (Máster en Ciencias) en arboricultura y gestión del bosque urbano y técnico en arboricultura, califica de ‘postureo, marketing y ventas’ esta tendencia, “con el que muchas empresas y personas se lucran a base de ejercer una presión nociva sobre una naturaleza, que recordemos según la UE, debemos de restaurar”.

Estas son algunas consecuencias enumeradas por Natxo Piedrafita:

  • Presión acumulada. Podemos pensar de forma individual que nuestro paso y abrazo es puntual. Llegamos, abrazamos y nos vamos. Los árboles no lo perciben de forma efímera sino de forma global y acumulada. Hay muchos árboles sí, pero suele darse la casualidad que este tipo de actividades va relacionada con hacerse la foto en el árbol más espectacular o entorno más “singular”. Consecuencia, suelen ser ejemplares ya veteranos y/o monumentales que no asimilan adecuadamente esta presión acumulada generando un estrés progresivo que se manifiesta años después.
  • Degradación y compactación del entorno. La visita masiva y continuada en el acto de “abrazar árboles” es perjudicial para el sistema radical. Los árboles necesitan O2  bajo su estructura aérea para realizar sus funciones más básicas; asimilar nutrientes, anclarse estructuralmente al suelo o albergar fauna edáfica. El paso continuado de al menos 10 personas con un peso aproximado de 1 tonelada puede disminuir drásticamente el porcentaje de O2 disuelto, y por ende, su vitalidad.

“El acto de abrazar, no es restaurador a nivel sanitario. El estar rodeado de naturaleza, sí. Los árboles benefician a múltiples niveles, proporcionan oxígeno, capturan CO2 reducen y atrapan contaminación, incrementan la humedad relativa, ofrecen entornos menos ruidosos y más agradables que minimizan el estrés, pero no ‘sanan’ a las personas como moneda de cambio de un abrazo. No hay estudios ni evidencias científicas que certifiquen y validen que este acto sea eficaz como tratamiento de enfermedades”. explica Piedrafita.

Para terminar Ignacio Abella recuerda que “independientemente de su titularidad, pública o privada, los árboles constituyen un patrimonio de interés general por sus funciones como soporte vital y cultural de nuestros paisajes urbanos, rurales o silvestres. Entre los arbolistas y especialistas en árboles y bosques, existe un consenso cada vez más amplio, en el sentido de evitar abrazos colectivos, e incluso el mal ejemplo que supone la difusión de imágenes de esos inconscientes rituales..

Por ello, es imprescindible que los amantes de los árboles tomemos conciencia de la importancia de conocerlos y respetarlos en toda su integridad, evitando todo tipo de abusos y actuaciones equivocadas”, finaliza Ignacio Abella.

Como concluye Piedrafita: “Pare, mire, disfrute, cierre los ojos, huela, escuche, sienta esa brisa, comparta ese sentimiento con su acompañante si lo tiene y guárdelo en su memoria”.