Y aclara ciertas informaciones erróneas sobre la DANA

En los últimos días se están repitiendo premisas sobre la limpieza de las riberas de los ríos, el cambio climático y otros aspectos que en nuestra opinión se deben matizar.

En primer lugar, escuchamos constantemente que no se debe tocar la ribera de los ríos en ningún caso y que este hecho ha agravado el desastre. En cambio, al tratarse en gran parte de espacios muy alterados, la AEA dice SÍ a la limpieza de escombros, basuras, restos vegetales y al control de especies exóticas invasoras como las cañas (Arundo donax), que proliferan sin la sombra de los árboles del bosque de ribera.

En el otro extremo, desbrozar todo y dejar el río ‘pelado’ propicia el aumento de la velocidad de las aguas, la erosión y además favorece que las cañas crezcan más.

Si pensamos en el pasado, en un bosque de ribera estructurado según el tramo correspondiente del cauce, con sus olmos, álamos, chopos, fresnos o sauces y los arbustos asociados (tarays, adelfas o mirtos) y no amplias zonas degradadas, con extensos cañaverales como encontramos en la actualidad, podemos tratar de explicar nuestro argumento.

De hecho, en videos e imágenes de la catástrofe no se ven árboles flotando, se aprecian las cañas planta invasora que SÍ hay que limpiar, así como ramas y troncos secos y muertos, que pueden generar pequeñas presas, que cuando el agua empuja con fuerza, revientan y todo es arrastrado, generando mayores daños.

Imágenes muy reveladoras de la capacidad de retención de un árbol. Y es solo uno, imaginemos muchos más:

 

 

Los árboles y arbustos, con raíces vivas que sujetan el suelo, son lo que frenan la velocidad del agua y hacen que la tierra no termine arrastrada y depositándose luego en las partes bajas como hemos visto.

Los árboles fijan la tierra aledaña al río, de no existir, esa tierra se convierte en el lodo que invade ahora las calles de nuestras poblaciones, y no así la caña que se fractura muy fácilmente y no retiene el suelo al tener un sistema radical muy superficial.

Por otro lado, es falso que la limpieza de las riberas esté prohibida. Algunas acciones, como la eliminación de especies exóticas invasoras, el desbroce de vegetación en zonas concretas o la retirada de basura y otros residuos, están permitidas y recomendadas en proyectos de restauración.

No obstante, las Confederaciones Hidrográficas exigen que estos trabajos se realicen de forma controlada y supervisada para asegurar que no se alteren negativamente las condiciones naturales del río.

Es decir, estas actuaciones en las riberas de los ríos están muy reguladas y requieren estudios y permisos previos. El resultado no siempre es satisfactorio en el corto plazo, debido a la gran capacidad de rebrotar de estas plantas y requiere de intervenciones reiteradas, complejas y costosas. Aunque como se ha visto en los acontecimientos recientes es una tarea necesaria, al igual que cuidar y replantar los bosques de ribera.

En una explicación más profunda, la energía arrolladora del agua proviene de su cantidad (caudal) y de la velocidad a la que circula (derivada del desnivel y la sección del cauce). La primera, es función del tamaño y las características de la cuenca que recibe la lluvia, y las dos variables básicas son la cantidad de agua que cae (precipitación) y la infiltración del suelo (la parte que es interceptada y retenida y no va directamente al cauce).

En cuanto a las precipitaciones, el calentamiento del mar y la generación cada vez más recurrente de DANAs no apuntan a ser muy optimistas, pues un hecho objetivo es que la temperatura del mar en estos últimos años ha aumentado y está 2 grados más caliente.

En cuanto a la infiltración del suelo, la pavimentación de grandes superficies (edificaciones, viales, aparcamientos…) y la falta de vegetación hace que la infiltración sea menor, por lo que destacamos la importancia del servicio ecosistémico de regulación de los bosques a la hora de amortiguar y retener parte de esas precipitaciones.

De ahí también la apuesta por una renaturalización de las poblaciones y ciudades que se construyeron en territorio inundable, que integremos a la naturaleza en ellas, pensando soluciones menos grises, como superficies cubiertas de hormigón, las canalizaciones, etc. y comencemos a pensar en verde, dando peso a las soluciones basadas en la naturaleza, como por ejemplo la implantación de SUDS.

La aparición de cañas (Arundo donax), colonizando estos cauces responde a procesos muy complejos y la gestión de su control merece un debate propio. Pero lo que está claro es que la vegetación arbórea asociada a las riberas de los cauces tiene unos efectos positivos claros: generan exposiciones sombreadas que controlan la expansión de las cañas y sus raíces limitan la capacidad erosiva de los márgenes evitando los arrastres de lodo.

Debemos recordar que la huerta valenciana es fruto en gran medida de esos procesos erosivos tan violentos del levante peninsular y que ese suelo fértil proviene de inundaciones reiteradas desde siempre. Urbanizar los antiguos terrenos de huerta sin considerar los espacios inundables, la morfología de los cauces y su dinámica hidráulica no parece lo más acertado.

Cuando vamos en coche por España, ¿cómo identificamos la presencia de un río? Los identificamos en la distancia por la línea de árboles que serpentea acompañando al río, el llamado Bosque de ribera. Es el que siempre ha estado y es el que hay que cuidar e incentivar.

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