Desde la Asociación Española de Arboricultura, AEA, hemos seguido de cerca los efectos de la borrasca Filomena en los árboles de la ciudad de Madrid y otros municipios del territorio nacional, los cuales lamentamos profundamente.
De cara a buscar soluciones, a posteriori, frente a un evento meteorológico de estas características, no debemos caer en el error de pensar que la poda sistemática es la solución al problema. En estos momentos, es importante la sangre fría. El daño ya está hecho, las ramas están en el suelo, y no han provocado daños personales.
Eliminado el riesgo, y pensando en recuperar el patrimonio arbóreo perdido, a partir de ahora se deberá realizar un buen análisis del estado de situación del arbolado afectado, valorar la viabilidad de cada árbol de cara a su posible conservación, y en los casos en los que no sea posible dicha conservación, trabajar en una estrategia de nueva plantación.
Es el momento de buscar oportunidades y de recordar la cantidad de beneficios ecosistémicos que brinda el arbolado, sobre todo en entorno urbano y periurbano; desde la reducción considerable de la temperatura, el secuestro de CO2, la captación de polvo y otros contaminantes atmosféricos, la protección frente a rayos UV, así como el importante papel que tienen estos seres vivos como reservorio de biodiversidad.
Una vez realizado el análisis de situación, ciertos árboles, sobre todo los de mayor porte, pese a haber perdido algunas de sus ramas, podrán mantenerse y seguir ofreciendo todos esos beneficios. Por el contrario, lamentablemente, cabe la posibilidad de que un porcentaje del patrimonio arbóreo deba ser sustituido, debido a su baja viabilidad, puesto que su estabilidad podría verse comprometida. Pese a ello, no caigamos en la tentación de recurrir a las podas sistemáticas de cara a prevenir o a solucionar lo ocurrido. Eliminar ramas se traduce en eliminar superficie arbórea, volumen de copa, y en definitiva, potencial ecosistémico de cara a nuestra salud y a la del resto de seres vivos que cohabitan en un mismo territorio.
Para que el bosque urbano pueda brindarnos todos estos beneficios, se necesita planificación, una buena elección de especie y una óptima comunicación con la ciudadanía.