El libro ‘El Árbol Urbano. Gestión Municipal del Arbolado Urbano en la ciudad’, de Ramón Gómez Fernández, está ya en Amazon para poder adquirirlo a través de la gran plataforma de venta.
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La gran urbe egoísta ha marginado al árbol a unos ridículos espacios que limitan su crecimiento. La ciudad directa o indirectamente es hostil para el árbol. Humillado y vilipendiando, es acosado por las innumerables infraestructuras que recorren el subsuelo y limitan su desarrollo radicular. Por si fuera poco, las necesidades de la circulación (tráfico, iluminación, infraestructuras aéreas, etc.) rematan la jugada invadiendo el poco espacio que le queda para vivir con cierta dignidad y si fuera necesario será decapitado.
Parece que ha llegado el momento de tratar al árbol como un ciudadano de pleno derecho. El árbol ha sido, es y será el paladín de la ciudad saludable y acogedora. Nadie parece discutir que se ha convertido en un factor clave para hacer las urbes más habitables, más amables, y su ausencia repercutirá no solo en la calidad del aire sino también de su propio paisaje, de su identidad, de su cultura. Así que es necesario un cambio de modelo y arborizar nuestras ciudades.
El esfuerzo no será pequeño, pero a cambio, los beneficios serán enormes. Para ello el árbol debe disponer del espacio que realmente requiere teniendo siempre presente el criterio de “no intervención” en su estructura natural. Se deben disponer los árboles en relación con las dimensiones de las calles, distribuyéndolos a las distancias adecuadas en consonancia con su desarrollo, acomodándolos teniendo en consideración el espacio demandado por cada especie. Omitamos las rígidas alineaciones homogéneas, seamos más creativos. Recuperemos la figura del árbol aislado, tan importante para nuestros ancestros. Será necesario pactar con los árboles el espacio a ocupar, para ello se deben establecer planes directores que ofrezcan las pautas necesarias de gestión de cara a su futuro, independientemente de los devenires políticos.