Conclusiones de la Jornada “Mesures per reduir l’impacte de la sequera al verd urbà“, (Medidas para reducir el impacto de la sequía en el verde urbano’), en la que la vicepresidenta Inma Gascón participó como moderadora; pasado martes 12 de marzo en la Casa de l’Aigua:

 

“Soñamos, luego existimos”

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Todo empezó cuando, de repente, empezamos a percibir que el agua dejaba de caer del cielo como lo había hecho hasta entonces, y pensamos, ya volverá, siempre ha acabado lloviendo. Pero los días de espera se convirtieron en meses, los meses en años, y los años en restricciones. Y de repente nos dimos cuenta, como si no los supiéramos, que el agua es vida y que quizás el cambio climático es evidente.

Aquellas restricciones no tuvieron en cuenta (una vez más) nuestros espacios verdes, porque el agua para alimentar el verde es agua desperdiciada, porque muy pocos consideran que el verde es salud, porque todo el mundo da por hecho que el verde estará a disposición cuando lo necesitamos para refugiarnos del calor, y casi nadie es consciente de lo que ayuda a mitigar el cambio climático ni de los beneficios que aporta a la salud física y mental de las personas.

Viendo que la cultura del verde, nuestra pasión y profesión, corría peligro, que la pérdida de patrimonio verde tendría graves consecuencias, que la mayor parte de la sociedad no es consciente de ello, y que como garantes del verde no podíamos permitir que aquello llegara a suceder, decidimos soñar y creer que esta causa podía unir a todo el sector, que salvar el verde era posible. Y nos lo creímos tanto que lo hicimos realidad y le dimos forma de jornada debate. Y hoy, cuando nos hemos encontrado un rato antes de empezar, sin decirnos nada, mirándonos a los ojos, nos hemos dicho… ¡Existimos! ¡Los profesionales del verde existimos y lucharemos unidos como nunca para no perder el legado que nuestros predecesores nos han dejado!

Lo hemos visto en los ojos, lo hemos visto en la actitud; caras de ilusión, actitud constructiva y no destructiva, voluntad de mirar atrás y aprender de los errores, de no buscar culpables, de mirar hacia adelante y buscar soluciones, de saber que la unión hace la fuerza y que sólo podremos dar pasos constructivos desde el consenso.

 

 

¿Sí? ¿Está pasando? ¿Esto es real? Vamos!!!

Nada más empezar recibimos un jarro de agua fría (pam!), y a la vez una dosis de realidad para situarnos de inicio, para obligarnos a tener los pies en el suelo y ser conscientes de lo que nos encontraremos por el camino: el maestro Narcís Prat nos dice: no habrá adaptación sin mitigación, no habrá agua sin reducir el consumo de energía. Y con este primer golpe encajado continuamos adelante asumiendo que la sequía cambia el paisaje y que hay que volver a recuperar el paisaje en mosaico para equilibrar las zonas consumidoras de agua con aquellas que la generan, para equilibrar la superficie de zona boscosa con la de pastos y matorrales. Al cabo de un momento un segundo mensaje nos sirve de recordatorio y nos dice, ¡ojo! ¡no os despistéis que esto va en serio!: agua y energía no se pueden tratar por separado… de acuerdo, mensaje interiorizado, ¿seguimos? ¡Seguimos!

Seguimos avanzando, aunque todavía con los pies bien pegados al suelo, no vaya a ser caso que nos despistemos. Otro mensaje del maestro: sin ser conscientes de dónde estamos no seremos conscientes de hacia dónde vamos. Entendido, lo asumimos, pero queremos más, estamos preparados para encajar y avanzar. Y con esta predisposición a volver a la casilla de salida las veces que haga falta y sin dejarnos condicionar por lo que, a menudo, hemos dado por asumido erróneamente, aprendemos que solos no podremos darle la vuelta a la situación que estamos viviendo, que tenemos que contar con el resto de actores de la sociedad, pues la sequía no es un tema técnico, es un tema sociopolítico. Aprendemos que los seres humanos no somos conscientes de que somos parte de la biodiversidad y parte del problema. Aprendemos a aceptar que nos equivocamos cuando pensamos que quejarse es reivindicar, y que casi siempre nos quejamos, pero no cambiamos nada.

Escuchamos las palabras del Dr. Prat y las asumimos hasta hacerlas nuestras, y llega el consejo con el que todos estamos de acuerdo, por indiscutible, por factible, por lógico: es necesario objetivar los usos del agua, clasificándolos en tres tipos, Agua Vida, Agua Negocio, Agua Servicios Ecosistémicos. Hacerlo y asignar un valor a los usos del agua dentro de cada una de las 3 clasificaciones nos muestra que las primeras posiciones, las de mayor valor, están ocupadas por el agua de boca, la de usos agropecuarios y la de uso para el Verde Urbano.

De repente, una pregunta entra en escena y nos miramos con caras de sorpresa y, a la vez, sin saber bien cómo responderla: ¿¿¿porque el verde urbano??? Pero en seguida aparecen respuestas, porque la generosidad y la ilusión tienen eso, que suman y hacen que todo vaya fluyendo fácilmente.

Analizamos y hacemos autocrítica, necesaria para no tropezar con piedras con las que ya lo hemos hecho muchas veces, y nos damos cuenta de que la sociedad no se cree el hecho de que estamos en emergencia y que la Infraestructura Verde es necesaria, y nos preguntamos…¿cómo puede ser?, y llegamos la conclusión de que no hemos sabido comunicar bien, y nos miramos a nosotros mismos planteándonos si esto ha pasado porque ni siquiera nosotros estamos convencidos de lo que sabemos, hacemos y queremos transmitir. Continuamos rascando en lo que hemos hecho hasta ahora y en cómo lo hemos hecho, reconociendo que no gestionamos bien el riego, que no regamos bien, que aportamos demasiada agua y con demasiada frecuencia, que a menudo nos hemos olvidado del soporte, el suelo, aquel gran olvidado. En un momento dado llegamos a tal punto de autocrítica que incluso dudamos de si sabemos qué es un suelo bueno y qué no lo es, qué es una planta buena y qué no lo es, hasta que alguien dice, ¡ojo! ¡que una cosa es la autocrítica y otra muy diferente autofustigarse! ¿Y si tomamos un café y un bocadito y cogemos un poco de energía? ¡Ostraaaaas! ¡¡Gracias!! Y como para continuar, a veces es necesario parar, dicho y hecho, parada de avituallamiento.

Las expectativas depositadas en el café se transforman en una ligera decepción: el café es más aguado que el de algunos hoteles de renombre (al estilo sudamericano). Pero entre que nos ha tocado el aire fresco, hemos puesto algo sólido en el cuerpo y hemos charlado de forma distendida, hemos recuperado el espíritu constructivo y optimista, y volvemos a la carga de nuevo.

Hecha la autocrítica llega el momento de reivindicarnos como sector y ponernos en valor (¡ya era hora, caray!). La primera reflexión que se pone sobre la mesa es la media de edad de los asistentes a la jornada… ¿Por qué hay poca presencia de profesionales jóvenes? Y nos volvemos a preguntar, ¿qué hemos hecho mal? Y justo entonces nos comunican que entre el público asistente hay una única persona que no tiene vinculación con el sector, que ha venido libremente como ciudadana… ¡Oooooooooooh! se escucha en la sala… La ciudadana en cuestión, con esa vergüenza que produce el que te señalen ante 200 personas, deja ir un “a mí me parece muy interesante todo lo que se está diciendo”. ¡Woooow yeah! Subida de adrenalina y todo el mundo nos volvemos a situar y pensamos sin decírnoslo, va, que ahora ya toca ponerle el cascabel al gato.

Nos declaramos conscientes que debemos ser capaces (porque tenemos la capacidad) de poner en valor, no sólo los espacios verdes, sino también nuestra valía profesional y la importancia de nuestro trabajo; de transmitirlo de tal manera que todo aquello que nos aportan los espacios verdes quede integrado en la sociedad como un valor esencial e irrenunciable, comunicando desde el pleno convencimiento, sabiendo que gestionar flujos es gestionar agua, que el futuro es gestionar el agua de lluvia que cae en las zonas urbanas, que hay que promover la investigación y el conocimiento, que sin reciclaje profesional la transformación no será posible, que hay que ser perseverantes con la clase política, y no cejar en el empeño, para que sus buenas intenciones se hagan realidad y se implante el certificado de eficiencia hídrica en las zonas verdes, para que la educación ambiental y vegetal se implanten en el sistema educativo, y que todo ello, o lo hacemos de manera conjunta y desde una única entidad que englobe a todos los actores del sector, o no podremos hacerlo. Que en Cataluña falta tejido conjuntivo (Margalef dixit) y que lo que hagamos, debemos hacerlo desde el consenso, porque el consenso genera confianza.

Estamos convencidos, y de qué manera, que hay que aprovechar el empuje y la fuerza que hacen que nos hayamos encontrado hoy para definir qué modelo de gestión, o qué entidad, existente o de nueva creación, debe ser la que lidere este movimiento. Una entidad que debe ser transversal, con capacidad suficiente para aglutinar, impulsar y conectar con las administraciones, tanto locales, como autonómicas y estatales, una de las grandes carencias que siempre hemos tenido en el sector. Una entidad que debe partir de la base, y con el objetivo de hacer llegar a todos los estamentos de la sociedad, con toda la claridad posible, que los espacios verdes son parte de la solución y no parte del problema, reivindicando el verde como todos los beneficios ecosistémicos que aporta, difundiendo el mensaje, avalado por todos los estudios científicos que lo corroboran, que los espacios verdes son salud y son elemento fundamental en la mitigación del cambio climático.

Hacer todo esto, un reto mayúsculo pero no imposible (yes, we can!), implica picar piedra hasta que se asuma, a todos los niveles de la sociedad, que nuestra vida depende de los ecosistemas naturales en los que se sustenta, que hay que imitar a los bosques, que si no recuperamos los vínculos con los sistemas naturales, el futuro quizás no será,  que la naturaleza, de la que forman parte los espacios verdes, equilibra el cuerpo y es medicina preventiva y, como tal, evita la aparición de graves problemas físicos y mentales, que el cambio, la desecación, o la desaparición de espacios verdes ya está provocando la aparición de enfermedades como la ecoansiedad o la solastalgia (impacto emocional por parte de las personas cuando ven su entorno desaparecer o transformarse), y que el agua para el riego de los espacios verdes debe verse como una inversión de futuro y no como un gasto innecesario.

Terminamos la jornada con una ponencia que nos deja boquiabiertos, la del profesor Josep Mª Mallarach, por la capacidad de análisis y síntesis de la jornada, por su sabiduría, capacidad y claridad para expresar lo que, probablemente, nosotros no hemos sabido comunicar: El reto que afrontamos no es técnico sino sociopolítico, y en base a los principios de la ecología integral, debemos profundizar en el estrato filosófico y espiritual para alcanzar el objetivo; necesitamos provocar cambios en la mentalidad de la sociedad, filosóficos y espirituales.

La jornada acaba a una altura que supera cualquier expectativa, sencillamente espectacular. Se nos acaba el tiempo y la jornada ha sido muy intensa, provechosa y alentadora. Hay que digerir y procesar, lo que se ha puesto sobre la mesa se resume en unas cuantas líneas, pero ¡OMG! ¡a esto hay que darle forma y empezar a definirlo! ¿Volvemos a empezar?

¡Volveremos! Pero volveremos conjurándonos para obligarnos a tener memoria, porque esta sequía pasará y la tendencia que hemos tenido siempre es la de no recordar. Si cuando la lluvia vuelva a caer y del cielo nos llueva vida en forma de agua no nos obligamos a recordar, a seguir trabajando previendo que seguro se repetirán nuevos episodios de sequía, lo que hoy hemos hecho realidad y no ha hecho más que empezar a coger forma, no habrá servido de nada y no le habremos sacado provecho.

Nos conjuramos para mantener vivo esta llama y antes de irnos a casa, sin decirnos nada, mirándonos a los ojos y con una sonrisa cómplice, nos hemos dicho… ¿¿¿lo imposible se ha hecho realidad???, ¡¡Sí!!, ¿¿Hemos soñado???, ¡¡Sí!! ¡Entonces existimos!

Casa de l’Aigua, Barcelona, 12 de març de 2023